"La vida de los seres iluminados" DESPUÉS DE LA ILUMINACIÓN

INTRODUCCIÓN

¿Qué pasa en la vida de un ser humano que ha alcanzado el estado de iluminación espiritual? ¿Volverá a ser la misma de antes? ¿Cómo puede “encajar” en el mundo alguien que ha experimentado un estado de ese calibre? El Dr. David R. Hawkins, nos transmitió su experiencia de iluminación en el libro “El Ojo del Yo”. Esta entrada, por tanto, viene a ser continuación inmediata de la anterior inserta en este mismo blog bajo el título “ILUMINACIÓN”. Léase pues como una segunda entrega de la misma. Y a quien no  haya hecho esa lectura previa, le invitamos a que lo haga para situar lo que sigue en su contexto preciso.

Nuestra intención es continuar con este mismo tema en sucesivas entradas procedentes de la misma fuente.

A todos los buscadores espirituales nos debe de interesar el testimonio de un contemporáneo que ha vivido un estado al que aspiramos, y que ha encontrado las palabras adecuadas para poderlo transmitir y hacérnoslo comprensible, en la medida de la capacidad y estado de conciencia de cada cual, y así permitirnos atisbar el horizonte de ulteriores etapas de nuestro destino, aquello que es patrimonio de cada ser humano por naturaleza.

Que cada cual consulte su voz interna para calibrar la validez de estas palabras. Yo lo he hecho y, al menos para mi Ser interno, ellas rezuman CERTIDUMBRE.

El mundo de la percepción había sido reemplazado. La identidad había pasado de ser un sujeto limitado (un «yo» personal) a un contexto ilimitado.

Todo se había transformado y revelaba belleza, perfección, amor e inocencia. Todos los rostros brillaban con el resplandor de la belleza interior. Todas las plantas se manifestaban como una forma artística. Todo objeto era una escultura perfecta.

Todo existe sin esfuerzo en su propio lugar, y todo está secuenciado en la sincronicidad. Lo milagroso no tiene interrupción. Los detalles de la vida se acomodan misteriosamente, espontáneamente. La energía de la Presencia consigue sin esfuerzo lo aparentemente imposible y genera fenómenos que el mundo ordinario consideraría milagrosos.

A lo largo de un periodo de varios años, tuvieron lugar de forma regular y espontánea lo que se denomina normalmente como fenómenos psíquicos. Fenómenos como la clarividencia, la visión a distancia (la capacidad de ver lo que está por delante), la telepatía y la psicometría eran del todo comunes. Había un conocimiento automático de lo que las personas pensaban y sentían antes de que hablaran.

El amor divino prevalecía como un poder organizador y era el estadio omnipresente sobre el cual tenían lugar todos los fenómenos.

El cuerpo físico

Una energía sumamente poderosa ascendía por la espina dorsal y la espalda y se concentraba en el cerebro en función de donde se ponía la atención. Luego, la energía pasaba por la cara y descendía hasta la región del corazón. Esta energía era exquisita y, a veces, fluía hacia el mundo exterior, allá donde había seres humanos afligidos.

Una vez, mientras conducía por una lejana autopista, la energía empezó a derramarse desde el corazón y se extendió por la siguiente curva de la autopista. De allí, la energía se derramó sobre el lugar en el que terminaba de acaecer un accidente. La energía tuvo un efecto curativo sobre todos los que allí estaban. Después de un rato, la energía pareció haber cumplido su propósito y, súbitamente, se detuvo. No muchos kilómetros después, en la misma autopista, empezó a repetirse lo mismo. De nuevo, una energía deliciosa y exquisita se derramó desde la región del corazón y se extendió por la carretera alrededor de kilómetro y medio hasta llegar a otra curva. Allí acababa de ocurrir otro accidente. De hecho, las ruedas del automóvil aun estaban girando. La energía se estaba derramando entre los pasajeros del vehículo. Era como si se les estuviera transmitiendo una energía angélica a las angustiadas personas, que estaban rezando.

En otra ocasión, la presencia curativa tuvo lugar mientras paseaba por las calles de Chicago. Esta vez, la energía se derramó entre un grupo de muchachos jóvenes que estaban a punto de pelearse. Cuando la energía los envolvió, fueron retirándose poco a poco, relajándose, y se pusieron a reír. Poco después se separaban, punto en el cual el flujo de energía se detuvo.

El aura energética que emanaba de la Presencia tenía una capacidad infinita. La gente quería sentarse en sus inmediaciones porque, en aquel campo de energía, entraban automáticamente en un estado de dicha o en un estado superior de consciencia, y sentían el amor divino, la dicha y la curación. En él, las personas que estaban alteradas se calmaban y recuperaban el bienestar.

El cuerpo que anteriormente yo consideraba como «mío», se curaba ahora de diversas dolencias. Sorprendentemente, ahora veía bien sin llevar gafas. Aquella visión mermada había hecho preciso el uso de lentes trifocales desde los doce años. La capacidad de ver bien sin gafas, incluso a distancia, llegó de repente, sin advertencia previa, y fue una sorpresa agradable. Cuando sucedió, se hizo evidente que las facultades sensoriales estaban en función de la consciencia en sí, y no del cuerpo. Después, vino el recuerdo de la experiencia de estar «fuera del cuerpo, durante la cual se hizo patente que la capacidad para ver y escuchar iba con el cuerpo «etérico» y no estaba conectada en modo alguno con el cuerpo físico, que se encontraba a cierta distancia, en otro lugar.

Parecía que las enfermedades físicas eran ciertamente el resultado de un sistema de creencias negativo, y que el cuerpo podía cambiar literalmente como consecuencia del cambio en el patrón de creencias. Uno solo está realmente sujeto a lo que sustenta en su mente (un hecho bastante conocido es el de que muchas personas se han recuperado casi de cualquier enfermedad conocida siguiendo un sendero espiritual).

Las propiedades aparentemente milagrosas y la capacidad de la energía divina y los fenómenos que generaba eran intrínsecos a ese campo de energía y en modo alguno eran personales. Sucedían espontáneamente, y parecían hacerlo con ocasión de alguna necesidad en algún lugar del mundo.

 

 

 

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